El niño Dios
El Niño Dios
Ahora me vienen con cuentos de que el Niño Dios no existe. ¡Jamás había escuchado idea tan absurda! Claro que sí existe. Precisamente en estos días de Navidad estamos recordando su paso por este mundo terrenal en el que vivimos.
Jesús el Hijo de
Dios nació de una mujer que se preparaba para dar un paso importante en su
vida. Ser esposa. Lo que nunca se imaginó era quedar embarazada antes de casarse,
pero esa es otra historia. Jesús llegó al mundo, como todo niño recién nacido,
precedido de los dolores y sufrimientos del parto, imagino que una partera que se
escabulló de la historia, en ese establo, asistió a María. José esperaba impaciente
y angustiado a pocos metros el desenlace, hasta que el llanto retumbante del
recién nacido se alzó sobre el silencio de la noche. Ha nacido el Niño Dios.
Jesús de niño,
fue como todo niño, inquieto, curioso y creativo. A María y a José le debieron
salir como se dice “canas verdes” por las peripecias del Niño Dios. No crean
que por ser Dios era un niño diferente, todo lo contrario, era el más humano de
todos los niños. De bebé lloraba sin parar, tenía cólicos y “pujos”, en esa
época colocaban emplastos para que se callera el ombligo y estuvo a punto de
infectarse. A María le salieron grietas del pezón y estuvo cerca de una
mastitis, por fortuna el Niño era comelón y la libró de tal problema. No existían
las vacunas y debió tener paperas y sarampión, se salvó de la polio y de la
meningitis, pero sí tuvo más de una gripa.
El Niño Dios se
divertía con sus amigos y primos jugando la pelota, el trompo, las cometas y
quien sabe que otros juegos de la época. No podía ver charco de agua o que callera
la más ligera llovizna porque era el primero en salir a jugar. Se alegraba si
ganaba y si perdía se enojaba con ellos, pero como los niños, al rato como si
nada estaban de nuevo jugando.
A temprana edad
ya le tocaba participar de los quehaceres de la casa y debió ayudar a José en
la carpintería, pero como bien saben este trabajo no se le daba muy bien, Él
prefería escuchar hablar a los mayores, un poco impertinente para su edad. Más
de una vez fue sacado de las reuniones de adultos.
La vida del niño
Dios tuvo sus altibajos con muchas alegrías, pero también tristezas, épocas de
abundancia y otras de escasez. Lo que nunca le faltó fue el apoyo de sus padres
y como toda madre María siempre está intercediendo “hagan lo que él les dice”.
Si el niño Dios
no existe, tampoco existe ese niño que todos llevamos dentro de nosotros, ese
niño que nunca creció y que se deleita con un buen chiste, cantar en la ducha, una
palmadita en la espalda, una siesta, una golosina, un helado, un dulce y
cualquier otra travesura.
¡Feliz navidad! ❤️🎁🎄🎉🥳
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