LECTURA CRÍTICA
EL PLACER DE LEER
Cuando abres un libro, una revista, un texto, un cuento, una
novela; en general, la palabra escrita, entras a un mundo lleno de pasiones,
emociones, tensiones, esperanzas, sufrimientos, intrigas, amores, entre otros
sentimientos que afloran en la vivencia de los personajes que te permiten
ingresar a su mundo de fantasía, magia, realidad o ficción; entregándote en
toda ocasión una enseñanza y un conocimiento que de otra forma no hubieras
podido adquirir.
Entrar en la mente del personaje, pasearte por las calles
donde él lo hace, volar al nivel de las águilas, surcar los mares o descender a
las profundidades de la tierra, o mejor, ir a universos inalcanzables cuyo
único límite es la imaginación. Todo esto te lo brinda un pequeño libro que con
sus frágiles hojas de papel puede llenarte la vida de emociones más allá de tus
propios sentidos.
Iniciar a nuestros hijos en la lectura, no comienza en la
escuela como muchos padres pueden pensar. No es labor exclusiva del maestro de
escuela que con su cotidiano trabajo te introduce a ese mundo. Es una labor que
compete a los padres desde mucho antes del nacimiento, bien diría, desde antes
de la concepción. Del buen hábito de lectura de los padres depende que los
niños imiten y adoren esta pasión. Desde el vientre materno la madre y porque
no el padre puede empezar a leerle a su bebé que a través de la pancita de la
mama escucha atentamente una a una las palabras que salen de su boca,
interiorizándolas y haciendo conexiones en su cerebrito en desarrollo para
hacerse una idea de esa maravilla que se llama lectura que es capaz de
trasportarlo del desierto del Sahara al Ártico y de aquí a la luna o a un
planeta distante, solo con pasar la página, sin dejar la protección de los
latidos maternos que a diario y en todo momento le hablan y le dicen:
tranquilo, tu mami está aquí.
Es en este momento cuando la persona, el ser humano siendo
aun bebé, se hace ser, diferente a otro ser o diferente a otro animal. ¿O que otro animal lee? Es en
este momento y no en otro cuando con una patadita en la panza le dice mama no
pares, continúa por favor, no me prives de tan maravillosa experiencia.
No bien ha asomado su cabecita a través de las entrañas del
vientre de su madre, abandonando su protección especial constante, su propia
nave espacial, cuando experimenta por sí mismo la realidad fantástica que le
fue leída y que sus sentidos se esforzaban por recrear; es ahí cuando ingresa
en cuerpo y alma a este otro universo en el que nos movemos. Su piel siente el
roce de la brisa, el suave toque de las manos de sus padres. Sus oídos escuchan
por primera vez ya sin barreras los sonidos del mundo, el canto de las aves, la
voz materna diciendo te amo y los gritos de felicidad del padre diciendo
bienvenido a la vida hijo; no sabiendo que desde siempre ya vivía. Sus ojos aun
aturdidos por la oscuridad propia del que no ha visto la luz del sol por mucho
tiempo, tiene que adaptarse al brillo, a las tonalidades de colores y mejor aún
al movimiento. - he, he, quédate quieto no te muevas tan rápido ¿no vez que aun
mi cabecita no me hace caso?- entonces
huele a su madre, huele más bien sus pezones, su leche y estos le llaman y le
dicen ven hijo, aliméntate. -haaa, que manjar tan delicioso, que frescura, que
sabor, que deleite el que me estaba esperando, lo saboreo y cada vez me gusta
más-. Ya desde que nace se reconoce como un ser adicto como todo hombre, como
todo ser. Adicto a la leche materna. Es incapaz de controlarse, no puede
evitarlo, todo lo que le roza la mejilla le parece que debe comerse. -¡oh mama
no me prives de este suculento alimento!-
Y la lectura continúa día a día sin parar, a la vez que se
alimenta físicamente, aliméntalo mental y espiritualmente. Muéstrale el mundo
encerrado en las páginas de un libro. Que no pase un solo día que no le leas a
tu hijo así sea un verso, un párrafo, una palabra.
Los
ratones
Juntáronse los ratones
para librarse del gato;
y después de largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel,
que andando el gato con él,
librarse mejor podrían.
para librarse del gato;
y después de largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel,
que andando el gato con él,
librarse mejor podrían.
Salió un ratón
barbicano,
colilargo, hociquirromo
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar culto un rato:
– ¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?
colilargo, hociquirromo
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar culto un rato:
– ¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?
LOPE DE VEGA
Pegasos,
lindos pegasos,
caballitos de madera…
caballitos de madera…
Yo conocí siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
¡Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!
ANTONIO MACHADO
Infancia
Esos recuerdos con olor de helecho
Son el idilio de la edad primera.
G.G.G.
Con el recuerdo vago de las cosas
que embellecen el tiempo y la distancia,
retornan a las almas cariñosas,
cual bandadas de blancas mariposas,
los plácidos recuerdos de la infancia.
¡Caperucita, Barba Azul, pequeños
liliputienses, Gulliver gigante
que flotáis en las brumas de los sueños,
aquí tended las alas,
que yo con alegría
llamaré para haceros compañía
al ratoncito Pérez y a Urdimalas!
¡Edad feliz! Seguir con vivos ojos
donde la idea brilla,
de la maestra la cansada mano,
sobre los grandes caracteres rojos
de la rota cartilla,
donde el esbozo de un bosquejo vago,
fruto de instantes de infantil despecho,
las separadas letras juntas puso
bajo la sombra de impasible techo.
En alas de la brisa
del luminoso Agosto, blanca, inquieta
a la región de las errantes nubes
hacer que se levante la cometa
en húmeda mañana;
con el vestido nuevo hecho jirones,
en las ramas gomosas del cerezo
el nido sorprender de copetones;
escuchar de la abuela
las sencillas historias peregrinas;
perseguir las errantes golondrinas,
abandonar la escuela
y organizar horrísona batalla
en donde hacen las piedras de metralla
y el ajado pañuelo de bandera;
componer el pesebre
de los silos del monte levantados;
tras el largo paseo bullicioso
traer la grama leve,
los corales, el musgo codiciado,
y en extraños paisajes peregrinos
y perspectivas nunca imaginadas,
hacer de áureas arenas los caminos
y del talco brillante las cascadas.
Los Reyes colocar en la colina
y colgada del techo
la estrella que sus pasos encamina,
y en el portal el Niño-Dios riente
sobre el mullido lecho
de musgo gris y verdecino helecho.
¡Alma blanca, mejillas sonrosadas,
cutis de níveo armiño,
cabellera de oro,
ojos vivos de plácidas miradas,
cuán bello hacéis al inocente niño!...
Infancia, valle ameno,
de calma y de frescura bendecida
donde es suave el rayo
del sol que abrasa el resto de la vida.
¡Cómo es de santa tu inocencia pura,
cómo tus breves dichas transitorias,
cómo es de dulce en horas de amargura
dirigir al pasado la mirada
y evocar tus memorias!
Son el idilio de la edad primera.
G.G.G.
Con el recuerdo vago de las cosas
que embellecen el tiempo y la distancia,
retornan a las almas cariñosas,
cual bandadas de blancas mariposas,
los plácidos recuerdos de la infancia.
¡Caperucita, Barba Azul, pequeños
liliputienses, Gulliver gigante
que flotáis en las brumas de los sueños,
aquí tended las alas,
que yo con alegría
llamaré para haceros compañía
al ratoncito Pérez y a Urdimalas!
¡Edad feliz! Seguir con vivos ojos
donde la idea brilla,
de la maestra la cansada mano,
sobre los grandes caracteres rojos
de la rota cartilla,
donde el esbozo de un bosquejo vago,
fruto de instantes de infantil despecho,
las separadas letras juntas puso
bajo la sombra de impasible techo.
En alas de la brisa
del luminoso Agosto, blanca, inquieta
a la región de las errantes nubes
hacer que se levante la cometa
en húmeda mañana;
con el vestido nuevo hecho jirones,
en las ramas gomosas del cerezo
el nido sorprender de copetones;
escuchar de la abuela
las sencillas historias peregrinas;
perseguir las errantes golondrinas,
abandonar la escuela
y organizar horrísona batalla
en donde hacen las piedras de metralla
y el ajado pañuelo de bandera;
componer el pesebre
de los silos del monte levantados;
tras el largo paseo bullicioso
traer la grama leve,
los corales, el musgo codiciado,
y en extraños paisajes peregrinos
y perspectivas nunca imaginadas,
hacer de áureas arenas los caminos
y del talco brillante las cascadas.
Los Reyes colocar en la colina
y colgada del techo
la estrella que sus pasos encamina,
y en el portal el Niño-Dios riente
sobre el mullido lecho
de musgo gris y verdecino helecho.
¡Alma blanca, mejillas sonrosadas,
cutis de níveo armiño,
cabellera de oro,
ojos vivos de plácidas miradas,
cuán bello hacéis al inocente niño!...
Infancia, valle ameno,
de calma y de frescura bendecida
donde es suave el rayo
del sol que abrasa el resto de la vida.
¡Cómo es de santa tu inocencia pura,
cómo tus breves dichas transitorias,
cómo es de dulce en horas de amargura
dirigir al pasado la mirada
y evocar tus memorias!
JOSE
ASUNCION SILVA
Artículo elaborado por: Frank Milton Ávila Martínez. Pediatra.
Fuente: Literatura universal.
Comentarios
Publicar un comentario