DEDÍCATE A SER FELIZ

Si miramos al cielo en una noche despejada, alejados de la contaminación lumínica de la ciudad, vislumbramos la inmensidad del universo, tanto así que sobrepasa nuestra capacidad visual. Lo que no alcanzamos a ver tiene una extensión más inconmensurable que lo que vemos. Ni aun con los más potentes telescopios hemos podido aproximarnos y dar una ojeada a tantos mundos inimaginables.

Para tener una somera idea de donde estamos con relación a este basto universo, caminemos por la arena de una cualquiera de las playas en nuestras costas y tomemos de la manera más meticulosa un solo grano de arena de ella. Este grano representaría el lugar en que habitamos, la tierra. Es solo un grano de arena (y el más pequeño) entre todas las playas, de todas las costas, de todos los mares de nuestro planeta.



Ahora pasea tu vista sobre la playa de la que tomaste ese grano de arena, ¿observas algún cambio en ella?, ¿se ha cambiado su esencia?, ¿ha mutado?, ¿se ha dolido?, ¿ha modificado siquiera su aspecto? La respuesta es: en absoluto. De la misma forma cada segundo muere y nacen mundos en el universo y siendo nuestro planeta uno más de ellos en nada afectaría su desaparición de la escena intergaláctica. Nadie (me refiero en la eventualidad que alguien fuera de la raza humana pudiera ver más allá de nuestras costas) se percataría de este hecho.

El ser humano en su magnificencia se creía en algún momento amo y señor del universo dándole una posición central en sus representaciones pictóricas y todo el orbe circulando a nuestro derredor. La ciencia nos mostró lo contrario y humildemente nos tocó aceptar que no lo éramos, que ni siquiera somos el centro de nuestra galaxia, que ni siquiera estamos en un lugar privilegiado de nada, que igual daría si estuviera o que no. Pero, aun así, nos creemos importantes, creemos que podemos destruir nuestro planeta, que podemos destruir la vida que en él habita. La realidad es muy distinta. Podemos sí acabar con la vida, pero la nuestra.

Con todo el arsenal nuclear y químico del mundo arrasaríamos de la faz de la tierra toda partícula viviente, incluyéndonos, pero nuestro planeta seguiría allí, circulando por su órbita sin inmutarse, lamentándose eso si del desperdicio que hemos dejado, pero nuestro planeta es más magnánimo que nosotros y puede él solo como siempre lo ha hecho revivir de las cenizas, crear nueva vida, nuevos mares, nuevos seres que sí valoren sus recursos, no monetariamente, sino agradecidamente como un regalo. Sería un nuevo mundo. Sin nosotros.

Te pregunto ahora, si no puedes cambiar la majestuosidad del universo, si no puedes alargar un solo día a tu vida, si no puedes evitar que la tierra siga su giro, ¿por qué no te dedicas más bien a cambiar lo que si puedes cambiar? ¿Por qué no dedicas tu esfuerzo a algo que si está dentro de tu radio de influencia? ¿Por qué no miras a tu alrededor y te dices, cuan pequeño soy? y cuando humildemente llegues a esa conclusión, alcanzaras la grandeza que se necesita para servir ¿Por qué no buscas dentro de tí lo verdaderamente importante?, que es saberte digno de ser un hombre o una mujer poseedores de un potencial tal que en su máxima expresión todo lo puede. 

Dedícate, con pasión, con esfuerzo, decididamente, con trabajo arduo e inteligente, con la disciplina necesaria, con la claridad meridiana que te da la sabiduría de saber que nadie es más grande o más pequeño que tú... Dedícate a ser feliz.
La felicidad depende de las cosas con que quieras llenar tu corazón. Te propongo una forma fácil de ser feliz:

ama lo que tienes.
Ama lo que eres.
Ama a todo el mundo.
Hagas lo que hagas, hazlo con y por amor.
¡realmente funciona!

Frank Milton Ávila Martínez
Pediatra


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